Por Txema Mauleón, Concejal de Pamplona-Iruña por Contigo-Zurekin

En el momento en que escribo este artículo, el conflicto social que se ha producido y se está produciendo como consecuencia de la pretensión de UPN de impulsar un aparcamiento subterráneo en la calle Sangüesa de Pamplona, cuando parecía que estaba en visos de paralización y descarte definitivo, acaba de reactivarse al anunciar la Alcaldesa una “consulta popular” o “proceso participativo” en la zona en torno al mismo, que mucho nos tememos solo busque salvar la cara ante este estrepitoso fracaso.

Más allá de cómo se resuelva definitivamente, creo que ya se pueden sacar algunas conclusiones para el futuro más inmediato.

Qué duda cabe que, durante los últimos veranos, hemos podido comprobar como el cambio climático está ya aquí, con sus olas de frío y de calor cada vez más extremo. Sus efectos son palpables a todos los niveles: medioambiental, social, sanitario, económico, y suponen una amenaza para la vida, también en las ciudades donde, según Naciones Unidas, se concentra más del 50% de la población mundial y se producen entre el 60% y el 80% de las emisiones de efecto invernadero.

Con estos datos y esta realidad, existe cada vez más una creciente corriente de opinión pública a nivel mundial favorable a tomar medidas más ambiciosas para atajar las emisiones contaminantes, y lo que es también muy importante, medidas que busquen “proteger” a la población de esos duros efectos en las grandes ciudades. Como ejemplo paradigmático esta misma semana se publicaba que “París planea plantar 170.000 árboles, eliminar plazas de aparcamiento y suprimir un 40% del asfalto”.

En ese contexto, la derecha gobernante en el Ayuntamiento de Pamplona, estando en clara minoría, no se le ocurre mejor idea que diseñar un parking subterráneo en un barrio especialmente “duro” ambientalmente (un barrio con un serio problema de tráfico de paso, escasísimas zonas arboladas, de parques infantiles, plazas públicas, en definitiva espacios de encuentro social agradable donde “hacer la vida”), y en una de las pocas calles que hace de “refugio climático” por contar con arbolado de cierto porte, y pegada al “pulmón” de dicho barrio, esto es, la Plaza de la Cruz, que es “el mayor espacio de encuentro vecinal del barrio”.

Como suele ser habitual un proyecto, además, con numerosas irregularidades en su gestión, con adjudicación “a dedo” de la redacción del mismo, utilización de una asociación creada para otro aparcamiento en otra calle distinta (con el detalle chusco de que parte de las personas demandantes originales ya habían fallecido por el paso de casi 15 años), sin estudios serios de alternativas y demanda, con crecientes dudas de existencia de claros intereses económicos entre promotores del mismo, con un coste carísimo por plaza, y generando un choque legal muy serio entre la Junta de Gobierno y el Pleno, que es quien debe aprobar el presupuesto de la parte del proyecto que supone la reurbanización de la zona.

Afortunadamente y tras unos meses de intensas y crecientes movilizaciones ciudadanas, la Alcaldesa decide suspender temporalmente las obras. Veremos en que acaba porque cuando todo apuntaba a que se desecharía el proyecto de manera definitiva, estamos en la situación que describía al inicio.

Para concluir, me gustaría centrarme en dos aspectos de lo acontecido estos meses.

En primer lugar, y esto es menos novedoso pero sí importante, remarcar la cultura autoritaria con que ha actuado la derecha en este asunto. Si ya de por sí su aprobación inicial denota escasa cultura democrática, al aprobarse un proyecto de esta envergadura sin pasar por comisión, sin informar a la oposición y en periodo electoral, una vez se producen las elecciones y  las fuerzas que se oponen al mismo ampliamos la mayoría en contra de dicho proyecto, pasando de 14 a 16 concejales/as, UPN y su alcaldesa deciden iniciar las obras a pesar de que la oposición aprobamos hasta cuatro declaraciones previas solicitando que no se inicien. Como digo, puro autoritarismo de quien no respeta a la mayoría democrática expresada en las urnas.

En segundo lugar y como algo especialmente positivo, hay que señalar la amplia y creciente movilización popular que ha sido clave para la paralización de las obras. En este aspecto, lo que más ha llamado la atención ha sido la “transversalidad” de la misma. Si en otras ocasiones ha sido la izquierda social quien ha liderado y nutrido importantes movilizaciones como en su día la de la plaza del castillo y otras, en este caso se ha producido en un barrio habitualmente con amplia mayoría de las derechas en las diferentes elecciones, y protagonizado por vecinos y vecinas de todas las ideologías, no tengo ninguna duda que muchas votantes de las fuerzas de derechas que apoyaron la elección de Ibarrola. En ese aspecto, parece claro que, afortunadamente, la conciencia cívica por una ciudad y unos barrios más verdes, sostenibles y con calidad de vida, está avanzando en el conjunto de la sociedad, más allá de algunos fanáticos negacionistas muy ligados a la extrema derecha y parte de las derechas.

Es evidente que uno de los grandes desafíos, si no el mayor, a que tenemos como sociedad en los próximos años, es cómo combatimos el cambio climático y nos protegemos de sus duros efectos. Sirva este caso, en que se ha sido capaz de articular amplias mayorías políticas y una fuerte movilización popular muy transversal, como aprendizaje para seguir avanzando en la necesaria transición hacia un modelo de ciudad más verde, sostenible y con calidad de vida.

Comparte